Emilio
Carrillo entrevistado por Deéelij
con ocasión
del equinoccio de primavera de 2013
Entrevista
para el blog:
http://lanuevaconcienciadimensional.blogspot.com.es/
Contacto:
P: Muy buenas de nuevo, veamos qué sale de esta
entrevista. Acabas de salir de la “crisálida”, en la que has permanecido desde
antes del pasado solsticio de invierno y hasta el reciente equinoccio de
primavera. ¿Cómo ha ido la “Metamorfosis”?
R: Han
sido en total un centenar de días espléndidos, que se han desenvuelto de la
forma anunciada y esperada: en clave evolutiva interior, totalmente ajena a
sucesos o fenómenos exteriores.
En la dinámica de la Evolución y del fluir
natural, un ciclo concluyó y otro, al que me gusta llamar “Primavera
Consciencial”, acaba de empezar. La Madre
Tierra vibra ya de Alegría en una frecuencia distinta, más
sutil y armoniosa. Y con ella, bastantes seres humanos, que comenzamos a sentir
y comprender que somos mucho más que el soporte material que denominamos cuerpo;
y que los sentidos físicos, corpóreos-mentales, son sólo una pequeña parte de
nuestras “ventanas” para acceder a la realidad -para contemplarla y
aprehenderla- y tomar consciencia de lo que Es.
Paulatinamente, serán
cada vez más personas, cada cual según su propio proceso consciencial y
evolutivo, las que vayan abriendo otras “ventanas” y capacidades y vías de
percepción, impulsando y plasmando el salto evolutivo de la Humanidad desde la
consciencia egóica, que hasta ahora ha prevalecido de modo claramente mayoritario,
a una Consciencia de Unidad y Unicidad que está ligada tanto a la desidentificación
con la parte física y el ego como a la profunda conexión con nuestra divinidad.
P: ¿Tiene algo que ver esa “desidentificación” con
lo que tanta gente comparte conmigo acerca de que, de un tiempo a acá, se
encuentran como desubicadas y faltas de referencias?
R: Tales
sensaciones son consecuencia básicamente de tres cosas: el influjo en nosotros de
la nueva frecuencia vibracional del planeta (gran ser vivo que nos “contiene”,
como nosotros a nuestras células) en el que vivimos; el empezar a notar que
nuestros sentidos corpóreo-mentales constituyen sólo una mínima porción de
nuestras “ventanas” para ver y entender la realidad, comenzando, al unísono, a
sentir y usar otras vías conscienciales; y la consiguiente desidentificación
con nuestro componente físico-material y el ego, dando paso a una nueva
Consciencia de Unicidad.
Todo ello nos introduce,
por poner un símil, en una especie de “cámara de descompresión” (como si
transitáramos desde el fondo del mar a la superficie) en cuyo interior nos
vamos adaptando poco a poco a la nueva vibración y al novedoso escenario
consciencial.
La desubicación, la falta
de referencias y otras sensaciones análogas son las características de la
estancia en esa “cámara de descompresión”. Por tanto, se trata de algo normal
y, para afrontarlo, basta con tener paciencia y mantener la calma y la
confianza en el proceso evolutivo en el que nos hallamos inmersos.
P: Entre las cosas de las que públicamente
hablaste en 2012 como santo y seña del nuevo ciclo, de esa “Primavera” que citabas,
fue la inclinación interior al “no hacer”. Ahora, a finales de marzo de 2013,
¿qué puedes decirme al respecto?
R: Efectivamente,
somos muchos los que aquí y ahora estamos escuchando una voz interior que llama
con fuerza a dejar de “hacer” tareas y actividades que hasta ahora formaban
parte consustancial de nuestra vida diaria.
Nada extraño o
extraordinario hay en ello, por más que al que lo experimenta, o a los que lo
rodean, pueda parecérselo. El “no hacer” es una de las implicaciones más evidentes
y notables de la influencia en el ser humano de la nueva vibración de la Madre Tierra y del nuevo ciclo
que, en paralelo y al hilo de lo ya expuesto, se ha inaugurado para la Humanidad y ha anclado ya
en numerosas personas.
P: ¿Y qué supone exactamente?
R: “No
hacer” supone, ante todo, tomar consciencia plena de la “innecesariedad de
hacer”.
P: ¿Puedes explicarte mejor?
R: Es muy
importante tener esto en cuenta: bajo la creciente inclinación a “no hacer” resplandece
y subyace la “innecesariedad de hacer”, que es previa al “no hacer” como tal.
De hecho, para que el “no
hacer” fluya y cristalice en la vida cotidiana en su completa y genuina
dimensión, previamente hay que tomar consciencia de la “innecesariedad de
hacer”.
P: Vaya, entonces lo de “no hacer” no es tan
sencillo como inicialmente suena…
R: Lo
cierto es que tan sencillo como grato y amable (en el sentido de la palabra asociado
a “amar” y que significa “digno de ser amado”), ya que tomar consciencia de la “innecesariedad
de hacer” conlleva percatarse íntima y definitivamente de que no hay necesidad,
requerimiento, obligación, exigencia, compromiso o deber alguno de hacer nada.
Lo que se halla ineludiblemente unido a la percepción de que Todo es Perfecto,
que la Providencia
actúa a cada instante, que la
Vida es un Milagro continúo y que ya todo Es y nosotros
mismos Somos todo aquello que nuestro Corazón puede anhelar.
Los sentidos
corpóreos-mentales no tienen capacidad para notar, ni siquiera intuir, algo tan
colosal y hermoso, pero sí las otras “ventanas” y capacidades de percepción
consciencial que los seres humanos estamos abriendo y desplegando en el momento
presente de Evolución.
Lo Real es que no hay
necesidad de hacer nada: nada que pensar, construir, destruir, corregir, enmendar,
perdonar, lograr, alcanzar, luchar, conquistar, trabajar, liberar, dominar,
controlar, programar, iluminar, redimir, despertar, salvar, alzar, derribar,…;
nada que sea preciso o conveniente hacer con relación a uno mismo o los demás.
¡Nada de nada!
P: Esto no debe gustarle al ego…
R: Ja,
ja, ja, ¡Nada de nada! Ja, ja, ja. El
ego nunca admitirá lo Real, pues es un “objeto mental” y su entidad y esencia
es virtual y especulativa. Y la sola mención de la “innecesariedad de hacer” le
resulta insoportable. Tiene motivos para ello, ya que tal innecesariedad desvela
su gran secreto, el que con más celo custodia y esconde, pues de él depende su
propia supervivencia. ¿Cuál es?. Expresado sin tapujos, que todo aquello que mentalmente
creemos necesario hacer, que es de lo que el ego se alimenta, es mera ficción y
pura vanidad egóica.
Entre los antiguos textos
sagrados de la Humanidad,
quizás el Libro del Eclesiastés es el
más contundente a la hora de enunciar esta “innecesariedad de hacer”, si bien
pone el acento en la “inutilidad de hacer”, que se engloba en la
“innecesariedad”, aunque ésta ostenta más envergadura y connotaciones. Sus
primeros versículos son paradigmáticos al respecto. Y arrancan con el célebre “vanidad
de vanidades, todo es vanidad”, que es una magnífica y sintética descripción de
la vanidad del ego.
LIBRO DEL ECLESIASTÉS o LIBRO DEL
PREDICADOR
|
1:1 Palabras del Predicador, hijo de David, rey
en Jerusalén.
1:2 Vanidad de vanidades, dijo el Predicador;
vanidad de vanidades, todo es vanidad.
1:3 ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su
trabajo con que se afana debajo del sol?
1:4 Generación va, y generación viene; mas la
tierra siempre permanece.
1:5 Sale el sol, y se pone, y se apresura a
volver al lugar de donde se levanta.
1:6 El viento tira hacia el sur, y rodea al
norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo.
1:7 Los ríos todos van al mar, y el mar no se
llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de
nuevo.
1:8 Todas las cosas son fatigosas más de lo que
el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de
oír.
1:9 ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué
es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del
sol.
1:10 ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí
esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido.
1:11 No hay memoria de lo que precedió, ni
tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.
|
Este es el secreto que el
ego guarda con más afán y esmero: todo lo que pensamos que es necesario hacer
es fantasía mental y manifestación de la naturaleza vanidosa del ego. Por lo
mismo, discernir e interiorizar la “innecesariedad de hacer” pone en evidencia
la absoluta innecesariedad del propio ego. Y éste, desprendido de sus
artificiosos disfraces y ropajes –ojo, también los de corte aparentemente
espiritual o consciencial-, queda desnudo y mostrando su cruda condición y
naturaleza: vanidad, vanidad de vanidades.
P: Darse cuenta de todo esto debe aportar una
gran serenidad y tranquilidad.
R: A
partir de la toma de consciencia sobre la “innecesariedad de hacer”, la Quietud y la Paz colman nuestra intimidad y
nuestra vida, nuestro interior y nuestro exterior. De ahí la trascendencia de
la expresión “la paz sea contigo”, pues sitúa nuestra intención hacia esa
persona para que disfrute de la armonía, el sosiego, la conciliación íntima, la
calma y la concordia que descansan en la “innecesariedad de hacer” y la
carencia de vanidad –que es también ausencia de miedos-. Y el “no hacer” se
despliega entonces natural y sencillamente.
P: Quizá sea conveniente, para que nos
aclaremos mejor acerca de lo que estamos compartiendo, que nos expliques en qué
consiste exactamente ese “no-hacer. Para empezar: ¿qué diferencias hay entre
hacer y “no-hacer”?
R: Lo que
el ser humano denomina actualmente “hacer” se encuentra bajo el mando del ego –en
toda su vanidad- y el control de la mente -que opera en clave cuantitativa y temporal-.
Así, con relación al
“hacer”, al ego y a la mente le preocupan básicamente tres cosas: primero,
darse importancia, sentirse necesario (a ser posible, imprescindible) por o
para algo; por otro lado, el “cuanto” hacemos o lo “grande” o “importante” que
es aquello que hacemos o, teóricamente (al ego le encantan las suposiciones),
podríamos hacer; y en tercer lugar, las repercusiones, efectos y consecuencias
futuras, en el tiempo (el futuro es la droga al que ego profesa mayor adicción),
de lo que hacemos o podríamos hacer.
Es precisamente este
“hacer” -marcado por la vanidad, lo cuantitativo y lo temporal- el que bastantes
personas hemos abandonando ya interiormente y en el día a día. ¿Por qué?. Pues
debido a que hemos advertido su innecesariedad, inutilidad, esterilidad e,
incluso, la enorme carga de vanidad que late en ese “hacer”. Y en ese mismo
instante emana desde el interior, de forma cada vez más apremiante y
contundente, el “no hacer”.
P: ¿Qué es y representa…?
R: “No hacer”
es algo de tremendo calado, muy bello y fructífero. Y su hondo significado va
más allá del sentido literal de esas dos palabras.
Tomar consciencia de la “innecesariedad
de hacer” libera natural e inmediatamente al ser humano del pesado y fatigoso
lastre que arrastra cuando vive sumido en la vanidad egóica: el lastre del “tener
que hacer”, que sojuzga nuestra auténtica entidad y naturaleza, que es divinal,
infinita y eterna. Friedrich Nietzsche, en el capítulo De las tres transformaciones (“Tres transformaciones del espíritu
os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello; y el camello, en león; y
el león, por fin, en niño”) con el que se inician los Discursos de Así habló
Zaratustra (se recoge íntegramente en el cuadro que cierra esta
entrevista), lo llama el “tú debes” y lo incardina en la fase de evolución del
ser humano que, metafóricamente, asigna al camello: “el espíritu de carga que
quiere que lo carguen bien”.
La liberación de este
“espíritu de carga”, del “tener que hacer”, desemboca en el “no hacer” y en la Emancipación Evolutiva,
que representa el final del “castigo” bíblico expresado emblemáticamente en el
“te ganarás el pan con el sudor de tu frente” (Génesis, 3, 19). La consciencia sobre la innecesariedad de hacer
-nada hay que ganar, nada hay que perder, nada hay que hacer- supone la Emancipación
Interior, que está ligada a la Rendición y a vivir de
instante en instante con la Bandera Blanca
desplegada: completa Libertad –que es total ausencia de miedos y, por tanto, de
vanidad-, Aceptación plena de todos y de todo, embelesamiento ante la Perfección de cuanto
Es,… ¡Vivir viviendo!.
P: Pero vivir significa inexorablemente
“hacer”...
R: Pues
claro. La Quietud
conlleva ineludiblemente Movimiento y hasta el vacío –quietud y silencio
absolutos- vibra (“vive”), tal como anunció Albert Einstein y han corroborado
las investigaciones científicas más recientes. Y la pauta Quietud/Movimiento
llena la Creación
y el Cosmos (la ciencia contemporánea se acerca rudimentariamente a ello por
medio del famoso “Big-Bang”): la
Quietud es Movimiento; y el Movimiento, resplandor de la Quietud. Lo Inmanifestado y su
Manifestación. Esta es la base del Tao y del Orden Natural de cuanto existe y
Es, que en realidad no puede ser nombrado, en contraste con las incontables
cosas "nombrables" en las que se manifiesta.
“Innecesariedad de
hacer”, “no hacer”,… Vivir viviendo en Paz (Quietud). Y el “viviendo” conlleva
“acción” (Movimiento). No puede ser de otra manera. Respiro, me alimento, bebo,
me muevo, interactúo con el entorno y con los que me rodean,… Pero el “quid” de
la cuestión no está en la acción exterior en sí (Movimiento), sino en
desplegarla sin que pierda su conexión con la Paz interior (Quietud) derivada de la consciencia
sobre la “innecesariedad de hacer”; el “quid” no radica en la acción, sino en por
qué y cómo la acometo para que sea siempre resplandor de la Paz que dimana del “no tener
que hacer” nada, del “no deber”, del “no hacer”, del fin de toda vanidad y ficción.
Sólo a partir del preciso
momento en el que se toma consciencia de la “innecesariedad de hacer”, las
cosas que hago fluyendo en el “Vivir viviendo” se ven libres de cualquier
sensación y noción de obligación, de meta u objetivo, de búsqueda o esperanza de
resultados, de “tener que”, de “deber de”. Simplemente, se hacen porque son
parte de la vida misma, del Vivir viviendo y del devenir ante las experiencias
y situaciones que la vida y la
Providencia nos van poniendo por delante de instante en
instante. Experiencias que, desidentificado del ego y alejado de la vanidad, ya
no juzgo como “buenas” o “malas”, ni califico como “positivas” o “negativas”,
ni etiqueto mentalmente con base en los dualismos y las dicotomías con las que
el ego divide el mundo y se enfrenta a la Vida.
Por tanto, la acción
(Movimiento) que se desenvuelve de momento en momento en conexión con la Paz interior (Quietud),
asociada a la consciencia sobre la “innecesariedad de hacer”, se halla
desprovista de anhelos egóicos, de voluntad personal e individual y de vanidad.
Volviendo a Nietzsche y Zaratustra, acontece entonces una nueva
transformación y el ser humano, que antes había dejado atrás el “tú debes” del
camello, evoluciona ahora hasta el punto en el que en la acción prescinde, igualmente,
del deseo y abandona el “yo quiero”, que el filósofo alemán asocia
metafóricamente al “león”. Y fruto de esta transformación evolutiva, nace el
“niño”.
P: ¿El célebre “niño interior”…?
R: Percatarse
de la “innecesariedad de hacer” permite un “no hacer” que es propio del “Vivir
viviendo” y que se despliega en una acción radicalmente nueva y distinta, pues ha
escapado del dominio y el control del ego y la mente y se ha despedido -con
Amor, por lo que aportaron al proceso evolutivo, pero para siempre- del camello
(debes) y el león (quiero). El Zaratustra
nietzscheano liga esta transformación al “niño” y la define como inocencia, un
nuevo comienzo, una rueda que se mueve por sí misma, un juego: el juego de
crear y un santo decir sí.
¡Un santo decir sí!. Posteriormente
en la entrevista podremos subrayar probablemente la interrelación entre el “no
hacer” y la Santidad.
Pero ahora hay que remarcar que el nuevo hacer o “no hacer”
del “Vivir viviendo” mana directamente de la Inocencia que atesoramos
en nuestro interior y en el Corazón. Y el Corazón fluye en el Amor y sólo le
interesa el Amor que ponemos en lo que hacemos en el mismo instante que lo
hacemos.
Por esto, el “no-hacer”
es uno de los signos vivenciales del ser humano que ha experimentado el “Nacer
de Nuevo” (nacer = no-hacer), proclamado por Cristo Jesús en su diálogo con
Nicodemo (Evangelio de Juan, 3, 1-15),
y ya no surca la senda de la mente y los conceptos y esquemas mentales, sino la
del Corazón, el Amor y la
Confianza en la Providencia y la Vida.
¿Percibes la diferencia
entre “hacer” y el “Hacer Nuevo” que implica el “no-hacer”?
P: Sé a qué te refieres, y aunque hablaré de
ello más adelante en el Blog, quizá sería interesante poner ejemplos más claros
e incluso materiales, pero no es el momento a lo que quiero ir, sino a que
acabas de hablar de Amor… ¿Podrías ahondar en ello? Ah, y una cosa, para mí ha
quedado algo pastel lo de Cristo Jesús, que a mí, personalmente, esas
referencias me dicen poco, no creo en la Biblia aunque tiene cosas interesantes a las que
recurrir y tal como lo dices suena a prédica de sotana, pero sé tú mismo en tus
maneras de explicar.
R: La
consciencia radical acerca de la “innecesariedad de hacer”, además de
constituir los cimientos del “no hacer”, saca al ser humano de la ensoñación
con la que vive el sueño que es la vida. Porque la vida es “sueño”, al
discurrir, en esta encarnación humana, en una gigantesca Matriz Holográfica.
La visión de la vida como
sueño hunde sus raíces en la noche de los tiempos y se halla presente en
numerosas culturas, desde la espiritualidad hindú, a la tradición judeo-cristiana,
pasando por la mística persa, el budismo o la filosofía griega. En ésta,
destaca Platón y su célebre “Alegoría de la Caverna”, con la que, al comienzo del Libro VII de La República,
profundiza metafóricamente en la idea de que el ser humano vive en un mundo de
sueños, preso en una cueva de la que sólo puede liberarse desistiendo
de la materia y alcanzando la luz. Y en la física actual, la Teoría del Principio
Holográfico lo pone espléndidamente de manifiesto.
No obstante, pocas obras
de la literatura clásica han sabido aproximarse de manera tan certera a la vida
cual sueño como la que lleva como título, precisamente, La Vida es sueño.
Su creador -el dramaturgo madrileño Pedro Calderón de la Barca, autor también de
obras como El Gran Teatro (o Mercado) del Mundo- plasma en
el formato de teatro lírico la citada concepción platónica, especialmente a
través de su protagonista –Segismundo-, quien vive, al principio, en una
cárcel, en donde permanece en la más completa oscuridad por el desconocimiento
de sí mismo. Y sólo cuando es capaz de conocerse a sí mismo, consigue la luz.
PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA: LA
VIDA ES SUEÑO
Final del Segundo Acto, en boca de Segismundo
|
(…) estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es
soñar;
y la experiencia me
enseña
que el hombre que vive,
sueña
lo que es, hasta
despertar.
Sueña el rey que es
rey, y vive
con este engaño
mandando,
disponiendo y
gobernando;
y este aplauso, que
recibe
prestado, en el viento
escribe (…)
Sueña el rico en su
riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que
padece
su miseria y su
pobreza;
sueña el que a medrar
empieza,
sueña el que afana y
pretende,
sueña el que agravia y
ofende,
y en el mundo, en
conclusión,
todos sueñan lo que
son,
aunque ninguno lo
entiende.
Yo sueño que estoy aquí
de estas prisiones
cargado,
y soñé que en otro
estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una
ficción,
y el mayor bien es
pequeño;
que toda la vida es
sueño,
y los sueños, sueños
son.
|
El ser humano, como todas
las modalidades y formas de existencia que bullen e inundan la Creación y el Cosmos, es
Vida y Consciencia. En este escenario, su peculiaridad radica en que la
experiencia vital se despliega en un estado consciencial donde la vida es “sueño”.
De este modo, las personas pasan sus días como sonámbulos inmersos en una
especie de pesadilla, que adquiere apariencia de veracidad y sustantividad al
desenvolverse en una colosal Matriz Holográfica de Tercera Dimensión que
configura lo que llaman “realidad”. En semejante estado, la gente vivencia como
“verdad” lo que son sólo ficciones e ilusiones mentales. De hecho, en la Matriz Holográfica
todo es verdad, pero nada es Real. Y entre tales falacias destacan la necesidad
de “hacer”, la idea de “cambio” y la percepción de “sufrimiento”. Pero ni el
“hacer”, ni el “cambio”, ni el “sufrimiento” existen fuera de la Matriz, fuera del sueño.
Pero siendo la vida
“sueño”, éste puede ser vivido “despierto”, es decir, siendo consciente de que
experienciamos un sueño (como esas veces, por la noche, en la que, dentro del
sueño, nos damos cuenta de que de un sueño se trata), o “dormido”, esto es, sin
percibir que es un sueño y estimándolo “real”. La ensoñación se corresponde con
el estado “dormido”. Y está provocada por la identificación con nuestra parte
física, la percepción de la realidad sólo a través de los sentidos
corpóreos-mentales y la vanidosa necesidad de hacer cosas.
Percatarse de la
“innecesariedad de hacer” saca al ser humano de la ensoñación y le permite
experienciar el sueño “despierto”, con la paz y la libertad que ello supone,
como la que sentimos cuando, dentro del sueño de la noche, nos damos cuenta de
que de un sueño se trata: seguimos soñando, pero dentro del sueño nos
desenvolvemos con una libertad y una tranquilidad inimaginables mientras no
percibíamos que estamos soñando. Y el abandono de la ensoñación es “no-hacer” y
es Vivir: Vivir Viviendo, no haciendo.
Sólo cuando se sale de la
ensoñación es posible experienciar la diferencia entre vivir (“no hacer”) y el hacer
que practicábamos cuando estábamos “dormidos”. Y sólo cuando se Vive viviendo
se puede experienciar el Amor que Somos y Todo Es. Con Amor no hay ensoñación.
Sin Amor, no hay Vida.
Con frecuencia, en la
encarnación como seres humanos y bajo el influjo de la mente, calificamos como
“pequeño” o de escasa “importancia” lo que hacemos o lo que pensamos que
podríamos hacer. Pero estos esquemas mentales son falsos, porque la clave
radica en el Amor y en el Aquí y Ahora.
Desde la consciencia
sobre la “innecesariedad de hacer”, aquello que, viviendo, hacemos, lo hacemos sin
vanidad, sin esperar ni desear nada y con Amor puro e incondicional. Y con ese
Amor, el acto aparentemente “pequeño” se transfigura instantáneamente en una
acción infinita de Amor que atraviesa el Cosmos y vibra y se expande
energéticamente por toda la
Creación.
Es por esto que antiguas
corrientes espirituales se refieren a la “no-acción” como la forma suprema de
acción. Y, desde luego, resulta desconcertante para la mente que sea
precisamente en el “no hacer”, esto es, en el nuevo hacer asociado al Vivir
viviendo y desprovisto de necesidad, deber y deseo, como el Amor se manifiesta
hasta en lo más pequeño y se expande por toda la Creación.
P: ¡Ufff…! Puede parecer “algo colosal”
R: Es un magno
y prodigioso escenario que se despliega ante el ser humano para que experiencie
la Santidad
y viva en ella.
P: ¿La Santidad? Ya hiciste mención a ella y me sigue
sonando a pastel acaramelado del Vaticano que está a punto de caer, según las
profecías de San Malaquías. Pero a ver, ¿qué es eso de la Santidad?
R: Para
abordar la Santidad
hay que referirse antes a la visión de Dios, a la percepción que tenemos de Él.
Y, después, a lo que ser “santo” significa.
En lo relativo a lo primero,
cada vez más seres humanos sentimos e interiorizamos lo desvelado por los místicos
y místicas de todos los tiempos y escuelas espirituales: Dios es yo, tú, todos
y Todo; y yo soy Dios cuando ceso de ser yo y dejo de identificarme
(“desidentificación”) con cualquier noción o idea de identidad, sea individual
o colectiva, sea física, álmica o espiritual. Por tanto, Dios no es “algo”
ajeno a nosotros mismos: Dios es cada uno, todos y Todo. Su Presencia en cada
cual es completa y absoluta. Y se evidencia en todo lo que somos, sin
excepción, por más que se ponga especialmente de manifiesto en nuestra vida
física humana a través de los dones y talentos que cada cual posee.
En cuanto a lo que
representa ser “santo”, el Diccionario de
la Academia
de la Lengua
indica que es santo aquel hombre o mujer o aquella cosa que están especialmente
dedicados o consagrados a Dios.
Pues bien, uniendo lo uno
con lo otro, la Santidad
–experienciarla y vivir en ella- es ejercitar y llevar a la práctica, en cada
momento presente y con Amor, el don –o dones- que cada cual atesora. Así de
sencillo.
P: ¿Seguro?
R: Conscientes
de la innecesariedad de hacer y en un Vivir viviendo, desplegamos una acción de
instante en instante sin obligación ni vanidad y con Amor. Y entre las cosas
que hacemos, damos preferencia, de forma natural y espontánea, a las que se
corresponden con nuestros dones y talentos, cual expresión más plena y bella de
la Presencia
de Dios, que es cada uno de nosotros y todos. En esto radica la Santidad.
En definitiva, la Santidad es el ejercicio
práctico de nuestros dones y talentos. Lo que no quita que atendamos,
igualmente, en el día a día, otros quehaceres que la Providencia y la vida,
en su fluir, nos vaya poniendo por delante y que acometeremos como quien dobla
sábanas, sin “engancharnos” a ellos, aunque la propia experiencia de Santidad
nos conducirá también, inexorablemente, a llenar de Amor hasta el acto más aparentemente
nimio o insulso de la vida cotidiana.
P: Vale. Hablabas antes de dones y talentos
“divinos” ¿Cómo descubrir en qué consisten y los que cada uno puede poseer?
R: ¡Facilísimo!
Basta con que te observes a ti mismo y a los demás.
Fíjate que todas las
personas, sin excepción, atesoran un “regalo” divino en forma de los dones y talentos
que brillan en cada cual y son distintos en cada uno. Sus características y
contenidos suelen ser muy diferentes según los casos. Y no tiene porque ser
algo muy “grande” o “importante”, ni con impactos para el “futuro”.
Normalmente, se trata de algo sencillo, nada extraordinario. Sin embargo,
siempre es muy especial.
Detecta los dones que hay
en ti. Y aquellos que sean, ejércelos y ponlos en práctica con Amor y de
instante en instante. Hazlo sin esperar ni desear nada. Y no como obligación,
por “tener que”, por “deber”, sino porque son tu expresión natural y espontánea
ante la Vida. Además,
lo pasarás muy bien, ya que los dones y talentos coinciden con aquello con lo
que se disfruta. Tanto que ni siquiera se concibe como “hacer”, sino como un
hacer “no-haciendo” que fluye y se plasma de manera natural en el Vivir
viviendo.
“No-hacer” es ejercer, con
la hermosura y el entusiasmo del Amor, los dones que la divinidad que Somos ha “regalado”
en esta encarnación a cada cual. Y ejercerlos porque la vida, en su devenir, va
poniendo por delante las circunstancias para ello. Por tanto, no por voluntad o
iniciativa propia, que es la voluntad del ego, sobre la que Rumi afirmó: “quien
no escapa de la voluntad, carece de Voluntad” (San Juan de la Cruz lanzó un mensaje similar,
que venía a decir que quien no escapa del esfuerzo para nada se esfuerza).
Sin iniciativa propia y
sin voluntad y ante las experiencias, situaciones y circunstancias que la Providencia y la Vida me van poniendo por
delante, despliego los dones que constituyen Aquí y Ahora la expresión más
plena de la acción (Movimiento) asociada a la Paz (Quietud) de lo que realmente Soy: Yo Soy y
Dios mismo. Por ello, “no-hacer” es la plasmación de la Santidad, pues es el
“Amor de Dios en acción”.
P: ¿Ese “Amor en acción” tiene algo que ver con
el “Dios en acción” al que se refirió Saint Germain (aunque Saint Germain no es
santo de mi devoción) a propósito del Yo Soy?
R: Es muy
aconsejable que grabemos esto en nuestro interior y en nuestra mente: “Yo Soy”
es “el Dios que es yo en acción”; y “no-hacer”, con los contenidos e
implicaciones enunciados, “el Amor de Dios en acción”. Y en esta acción, la
cuestión no es cuánto haces o piensas hacer, sino cuánto Amor pones en lo que
efectivamente haces de instante en instante en el devenir de la Vida y de la mano de la Providencia.
P: Suena bien… Pero intuyo que te has quedado
corto en lo solicitado…
R: El
Amor en acción es la prueba más evidente de la Presencia de Dios en
nosotros, en todos y en cada uno.
Quizás cueste trabajo
explicarlo, o entenderlo. Sin embargo, cuando descubres esa Presencia, una vez
que la “ves”, ya sabrás siempre quien es tú: Dios. Y tomarás, igualmente,
consciencia de que Dios es también todos aquellos con quien te relacionas, de
la manera que sea (“buena” o “mala”, “positiva” o “negativa”, “grata” o
ingrata”…), en cada momento presente: a quien hablas o te habla, a quien
abrazas y te abraza, a quien ayudas o te ayuda, a quien estás amando o te ama,
a quien estás sirviendo o te sirve.
Sabrás bien que Dios es
todos y cada uno. Y el Hijo de Dios encarnado en ser humano: Cristo en persona.
Sentirás y desplegarás esa Presencia crística (corrientes espirituales
orientales la denominan “búdica”). Y comprenderás íntimamente que la “Parusía”
o “Segunda
Venida de Cristo a la
Tierra”, que para la mayoría de los cristianos
es el acontecimiento esperado al final de la Historia, es
igualmente la Presencia
de Cristo en “mí” y Aquí y Ahora. No en balde, el vocablo “parusía” deriva del
término griego “parousía”, forma sustantivada del verbo “páreimi”, que puede
ser traducido como “estar presente”. Entonces, lo anunciado por Pablo de Tarso
(Gálatas, 2,20) se transforma en una
maravillosa realidad y se puede afirmar legítimamente: “ya no vivo yo, es
Cristo quien vive en mí”.
Y no hay que olvidar que
hay muchos lugares en el planeta en los que el sufrimiento de la gente es
físico, material. Pero en otros sitios, como los llamados “países desarrollados”,
el sufrimiento ostenta a menudo más calado y se mantiene más oculto. Debemos
tenerlo muy en cuenta en el ejercicio de los dones de cada uno.
P: Sí, sé que duele más el dolor ajeno que el
propio, y que las cosas se están poniendo muy apretadas y duras para esa parte
del mundo (¡desarrollado?) que parecía estar muy desahogada, pero te noto y
siento muy feliz al compartir todo esto…
R: ¡Cómo
no serlo!. El “no-hacer” haciendo, que es “Vivir viviendo”, muestra que la Felicidad es nuestro
Estado Natural e invita a la sonrisa. Permanentemente y en todo momento, pues la Alegría es el misterio del
Amor. Lleno de Amor se está lleno de Alegría. Y fluye la sonrisa… En el rostro,
en los ojos, en el abrazo, en las palabras, en la manera en la que
interaccionas con los demás, en el modo en el que los miras o los tocas, en la forma
en la que te das a ellos,… Todo se llena de Alegría y fluye la sonrisa, que
reír es algo muy serio, ja, ja, ja.
Es el Amor en acción: el Dios
que es yo actuando Aquí y Ahora y plasmando, real y fehacientemente, el Cielo
en la Tierra.
Todos los que se
relacionan contigo, de la manera que sea, da igual, sentirán ese “toque”
divino, esa Presencia de Dios, esa Energía Crística o Búdica, ese Amor en
acción. Y, por supuesto, lo sentirás tú mismo y estallarás en el Gozo continúo
y en la Alegría
constante que sólo proporciona el Amor de Dios.
P: Ya te dije en alguna ocasión que cuando miro
a alguien no estoy viendo que sea hombre o mujer, que se llame de una forma u
otra o lo que sea que represente esa manifestación física, sino que veo un alma
a su manera siendo. Pero mi pregunta es la siguiente: ¿es siempre así de fácil
como anuncias?
R: No lo
es, desde luego, para la mente, pero hay que tener Confianza en la Providencia y en la Vida y, por ende, en tu propia
divinidad. Se constata entonces que la “innecesariedad de hacer” y Vivir
viviendo configuran un espléndido Camino ajeno al tiempo y al espacio; y a los
conceptos y criterios mentales. Un Camino donde el destino se halla a cada paso
y la meta en cada momento presente. Es el Camino que configura esa continúa
Presencia de Dios en tu vida y en el mundo que tu vida crea a su alrededor: el
“juego de crear”, que es lo que Nietzsche asocia al “niño”. Y lo plasmas a
través de tus acciones de Amor con la gente en cada instante.
P: Otra vez la referencia a la Providencia, se me
antoja que suena a algo lejano a lo que acudir, y estoy en desacuerdo con ese
expresar que puede ser interpretado tal como aludo a alguna persona que lea
esto. Pero vamos a otra cosa: ¿es una llamada a la esperanza en estos tiempos
tan turbulentos? Y que conste que la palabrita esperanza no me gusta usarla,
que suena a futuro, a postergación, que prefiero la fe en Un@ y la confianza en
Sí.
R: El día
a día está aparentemente repleto de “malas” noticias, de hechos y
acontecimientos “negativos”. Pero no te dejes engañar por las apariencias.
Primero, porque todo se
halla en proceso, en Evolución, fluyendo, refluyendo y confluyendo en la Perfección de cuanto
Es. Hay que aprender a respetar y Aceptar el proceso de cada cual y de todo,
pues todo tiene su por qué y su para qué el devenir evolutivo.
Y segundo y no menos
notable, porque, aunque las “noticias” no se hagan eco de ello, son muchísimas
las personas, la inmensa mayoría de modo absolutamente anónimo, que sencilla y
naturalmente, sin darle importancia y sin darse notoriedad ni relevancia,
despliegan el Amor en acción en el Aquí y Ahora de sus vidas cotidianas.
En el Amor en acción se
encuentra la prueba de la
Presencia de Dios, la Prueba de que Dios Es. No de que fue o de que será,
sino de que ¡Es!. Aquí y Ahora. Y en ti, en mí, en todos y en Todo. ¡Qué
nuestros ojos se abran y no sean ciegos ante los Milagros que acontecen
continuamente en nuestra vida y a nuestro alrededor!.
P: ¿Algo más? Pero sin prédicas de sotana, por
favor.
R: Sólo
expresar de Corazón, para ti y todos los lectores, que la Presencia de Dios inunde
vuestras Vidas en cada momento presente y para siempre; que permanentemente contempléis
embelesados el Rostro de Dios en vosotros mismos y en cuanto os rodea; que gocéis
continuamente de la
Perfección de cuanto Es.
P: ¿Eso es la “Metamorfosis”?
R: Ni
más, ni menos, ja, ja, ja… ¡Qué la
Paz sea contigo!
P: Que la Paz sea cada Un@, es mucho mejor, y no te doy
lugar a réplica que esto ha llegado a cubrir 14 páginas en Word y a ver si se
la leen los lectores, que hay mucho y con densidad.
FRIEDRICH NIETZSCHE: ASÍ
HABLÓ ZARATUSTRA
Los Discursos de
Zaratustra: De las tres transformaciones
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Planteamiento
Tres transformaciones
del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el
camello en león, y el león, por fin, en niño.
Las Tres Transformaciones
“Tú
debes”: el camello. El espíritu de carga que quiere que lo carguen bien
Hay muchas cosas
pesadas para el espíritu, para el espíritu fuerte, de carga, en el que habita
la veneración: su fortaleza demanda cosas pesadas, e incluso las más pesadas
de todas.
¿Qué es pesado?, así
pregunta el espíritu de carga, y se arrodilla, igual que el camello, y quiere
que lo carguen bien.
¿Qué es lo más pesado,
héroes?, así pregunta el espíritu de carga, para que yo cargue con ello y mi
fortaleza se regocije.
¿Acaso no es:
humillarse para hacer daño a la propia soberbia?. ¿Hacer brillar la propia
tontería para burlarse de la propia sabiduría?.
¿O acaso es: apartarnos
de nuestra causa cuando ella celebra su victoria?.
¿Subir a altas montañas
para tentar al tentador? (1).
¿O acaso es:
alimentarse de las bellotas y de la hierba del conocimiento y sufrir hambre
en el alma por amor a la verdad?.
¿O acaso es: estar
enfermo y enviar a paseo a los consoladores, y hacer amistad con sordos, que
nunca oyen lo que tú quieres?.
¿O acaso es: sumergirse
en agua sucia cuando ella es el agua de la verdad, y no apartar de sí las
frías ranas y los calientes sapos?.
¿O acaso es: amar a
quienes nos desprecian (2) y tender
la mano al fantasma cuando quiere causarnos miedo?.
Con todas estas cosas,
las más pesadas de todas, carga el espíritu de carga: semejante al camello
que corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto.
“Yo
quiero”: el león. Un santo decir no: el espíritu quiere crearse libertad para
un nuevo crear y tomarse el derecho de nuevos valores
Pero en lo más
solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en león se
transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se conquista
una presa y ser señor en su propio desierto.
Aquí busca a su último
señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios, con el gran
dragón quiere pelear para conseguir la victoria
¿Quién es el gran
dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios?. “Tú
debes” se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice “yo quiero”.
“Tú debes” le cierra el
paso, brilla como el oro, es un animal escamoso, y en cada una de sus escamas
brilla áureamente “¡Tú debes!”.
Valores milenarios
brillan en esas escamas, y el más poderoso de todos los dragones habla así:
“todos los valores de las cosas - brillan en mí”.
“Todos los valores han
sido ya creados, y yo soy - todos los valores creados. ¡En verdad, no debe
seguir habiendo ningún Yo quiero!”. Así habla el dragón.
Hermanos míos, ¿para
qué se precisa que haya el león en el espíritu?. ¿Por qué no basta la bestia
de carga, que renuncia a todo y es respetuosa?.
Crear valores nuevos -
tampoco el león es aún capaz de hacerlo: mas crearse libertad para un nuevo
crear - eso sí es capaz de hacerlo el poder del león.
Crearse libertad y un
no santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos, es preciso el
león.
Tomarse el derecho de
nuevos valores - ése es el tomar más horrible para un espíritu de carga y
respetuoso. En verdad, eso es para él robar, y cosa propia de un animal de
rapiña.
En otro tiempo el
espíritu amó el “Tú debes” como su cosa más santa: ahora tiene que encontrar
ilusión y capricho incluso en lo más santo, de modo que robe el quedar libre
de su amor: para ese robo se precisa el león.
Inocencia,
olvido, un nuevo comienzo, una rueda que se mueve por sí misma, un juego: el
niño. El juego de crear y un santo decir sí
Pero decidme, hermanos
míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido
hacer?. ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño?.
Inocencia es el niño, y
olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un
primer movimiento, un santo decir sí.
Sí, hermanos míos, para
el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere ahora su
voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo.
Epílogo
Tres transformaciones
del espíritu os he mencionado: cómo el espíritu se convirtió en camello, y el
camello en león, y el león, por fin, en niño. - -
Así habló Zaratustra. Y
entonces residía en la ciudad que es llamada: La Vaca Multicolor (3).
Notas:
(1) Reminiscencia,
modificando su sentido, del Evangelio de Mateo, 4, 1. En el evangelio es el
Tentador el que sube a la montaña para inducir a Jesús a pecar.
(2) Véase el Evangelio de
Mateo, 5, 44: “Amad a vuestros enemigos”.
(3) La expresión “La Vaca Multicolor”
(die bunte Kuh) es traducción literal del nombre de la ciudad Kalmasadalmyra
(en pali: Kammasuddaman), visitada por Buda en sus peregrinaciones.
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